Este pequeño loro lucha por sobrevivir en silencio en Casanare

Cerca de las seis de la mañana, cuando aún el sol apenas acaricia las montañas del piedemonte llanero, se escucha una sinfonía. Bandadas de loros llegan puntuales a un árbol de pepeo ubicado en los antiguos hornos de sal en Recetor. Su canto una mezcla vibrante y rítmica de chillidos y silbidos, alegra los cielos recetoreños, regalando un concierto natural que para muchos pasa desapercibido, pero que para otros, como yo, Jaiver Rojas, es un espectáculo que despierta admiración… y también preocupación.

Se trata de las Cotorritas Alipintas (Touit stictopterus), una especie tímida y discreta que visita regularmente este rincón del Casanare profundo. Aunque hacen algarabía al llegar, su canto rompe el silencio matutino como una señal de vida y resistencia.

Pero este concierto corre el riesgo de apagarse. La población de estas cotorritas ha venido disminuyendo, principalmente por la pérdida progresiva de su hábitat. La deforestación y la fragmentación de los bosques andinos y su refugio natural están poniendo en riesgo su futuro. Cada árbol talado es una nota menos en este concierto silvestre.

Según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN, la Cotorrita Alipinta (Touit stictopterus) está catalogada como Casi Amenazada (NT) debido a su distribución fragmentada y a la reducción de su hábitat natural. Se estima que su población total no supera los 10.000 individuos maduros a nivel global, y va en declive continuo. En Colombia, esta especie habita principalmente los bosques húmedos de montaña entre los 1.000 y 2.200 metros de altitud, ecosistemas que han sufrido una disminución del 30% en cobertura boscosa en las últimas décadas, especialmente por la expansión agrícola, ganadera y la apertura de vías rurales. (Fuente: BirdLife International, UICN, Humboldt 2023).

Por eso, no podemos seguir viendo su presencia como algo normal. Cada avistamiento es un regalo, y también un llamado de atención. Preservar sus hábitats no solo protege a esta especie, sino que también asegura que futuras generaciones puedan despertar con el canto de los loros salineros entre las montañas de Recetor, y ¿por qué salineros?…

“Nombre popular: “loros salineros”. El apodo no es casualidad. Desde hace años, los habitantes del pueblo han observado cómo estas cotorritas llegan cada mañana a los alrededores del río recetoreño, justo donde antes funcionaban antiguos hornos artesanales para la extracción de sal. Allí, los loros se posan en árboles de pepeo, y, según relatos locales, beben agua con cierta salinidad, una conducta poco común pero reportada en otras especies que buscan minerales esenciales para su dieta. Esta tradición oral ha convertido su presencia en parte del paisaje cultural recetoreño.”

Por Jaiver Rojas

Fotógrafo de Naturaleza y Comunicador Social

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