
La leyenda del Ánima sola de Arjona
Por: Emilio Gutiérrez Yance
En el corazón de Arjona, Bolívar, entre sus calles antiguas y noches silenciosas, vive una leyenda que ha cruzado generaciones: el Ánima Sola, un alma en pena que vaga por la oscuridad, clamando por redención.
Cuentan los viejos del pueblo que esta ánima no es única de Arjona, pues su presencia se siente en todo el departamento, aunque aquí su historia tiene un matiz especial. Algunos dicen que fue una mujer que vivió de espaldas a Dios, entregada al pecado y al egoísmo. Otros aseguran que fue una novia que murió trágicamente la noche antes de su boda, víctima de una traición, condenada a vagar por siempre vestida de blanco.
Años atrás, cuando muchos arjoneros trabajaban como taxistas nocturnos en Cartagena, era común que regresaran a casa entre la medianoche y la una de la madrugada. Pero nunca lo hacían solos. El miedo al Ánima Sola los obligaba a coordinarse, a traer consigo a otros compañeros. Nadie quería recorrer esa carretera solitaria a oscuras, sobre todo al pasar por el sector de Plan Parejo, en Turbaco.
Dicen que allí, en mitad de la vía, justo cuando el cansancio empezaba a pesar y el silencio se volvía más denso, una figura femenina se aparecía. Vestía de novia, con un vestido largo, sucio por el polvo del camino, y un velo que apenas dejaba ver su rostro. Sin pedir permiso, se sentaba al lado del chofer. No hablaba. Solo miraba al frente, en completo silencio. Muchos aseguran que, cuando por fin volvían en sí del susto, ella ya no estaba. Solo quedaba un aroma a cera derretida y flores marchitas.
Pero el terror no terminaba ahí. A la entrada del pueblo, en el antiguo puente de Pita, otro fenómeno acechaba a los viajeros desprevenidos. De noche, cuando el carro empezaba a subir el puente, un hombre elegante, con saco y corbata, aparecía de la nada. Intentaba cruzarse justo delante del vehículo. El reflejo de sus zapatos brillaba con un fulgor antinatural. Al tratar de evitarlo, muchos conductores perdían el control y chocaban contra las barandas de hierro. Algunos dicen que este espectro no es un alma en pena, sino un demonio disfrazado, buscando causar desgracias.
Estas leyendas, lejos de ser simples cuentos para asustar, son un reflejo de la memoria colectiva. En ellas se mezclan el miedo, la fe y la necesidad de encontrar sentido a lo desconocido. Son advertencias, sí, pero también un recordatorio de que lo que no se ve puede ser más real de lo que creemos.