«De un pueblo a la Policía: El camino del Mayor Mauricio»
El 13 de julio de 1982, un martes que parecía como cualquier otro, el destino de un niño humilde comenzó a escribirse en el apartado corregimiento de Santa María, a 17 kilómetros de la cabecera municipal de Dagua, Valle del Cauca. A las cuatro de la tarde, en medio de un ambiente rural impregnado de vida, una partera dio la bienvenida a Mauricio, un nombre que evocaba la fortaleza del santo cristiano, comandante de la legendaria Legión Tebana.
Desde sus primeros días, creció rodeado de los sonidos característicos del campo: el canto de los pájaros que anunciaban el amanecer, el mugido de las vacas que pastaban en la distancia, y el relincho de los caballos que, como él, compartían el aire fresco. Su infancia, marcada por la sencillez, estaba tejida con la esencia de la vida rural.
A los once años, con la inocencia propia de su edad, pero también con la responsabilidad de un adulto, se convirtió en el ayudante de su padre José en la distribución de leche en el pueblo. Cada entrega era más que un simple trabajo; era una lección sobre el sacrificio y el esfuerzo familiar. En cada frasco que llevaba, sentía el peso de las expectativas y los sueños que anidaban en su hogar, transformando el acto cotidiano en un símbolo de perseverancia y esperanza.
La vida de Mauricio dio un giro inesperado en 1999, cuando terminó su bachillerato y decidió estudiar contaduría pública en la ciudad de Cali, a 46 kilómetros de su hogar. Sin embargo, una enfermedad lo detuvo en seco: contrajo leptospirosis tras comer una empanada callejera. Este tropiezo no detuvo su espíritu; en 2006 se graduó y encontró empleo como tesorero en la alcaldía de Dagua.
Fue en este punto de su vida que una propaganda en televisión encendió en él una chispa de interés por la Policía Nacional. Sin claridad sobre si debía ser oficial o suboficial, un sargento lo guió en el proceso de ingreso y pasó todos los exámenes, sin embargo, una complicación en la vista amenazó con truncar sus sueños. La urgencia de una cirugía lo llevó a agotar todos sus ahorros, pero no dudó en invertirlos, sabía que ese era el único obstáculo que lo separaba de su entrada a la Institución. Al final, valió la pena; su determinación lo acercaba cada vez más a su meta y logró ser admitido.
Ya en la Escuela después de varios días y sentado en el borde de su cama, se preguntaba: “Dios mío, ¿qué hago aquí? Yo tenía un buen trabajo en la Alcaldía”. A pesar de sus dudas, el deseo de no defraudar a sus padres, que habían agotado sus ahorros para que él pudiera viajar a Bogotá, lo llevó a seguir adelante. Hoy, 18 años después, se encuentra a un paso de convertirse en Teniente Coronel, un sueño forjado con esfuerzo y sacrificio que seguramente alegrará a su señora madre en el cielo.
Su trayectoria está marcada por logros significativos. Cada reconocimiento que ha recibido, desde su primera mención honorífica hasta el reciente “Reconocimiento Especial”, cuenta una historia de esfuerzo y valentía. Las paredes de su oficina están adornadas con medallas y condecoraciones, testimonios del impacto que ha tenido en su entorno. Entre ellas, destaca el escudo de armas del departamento de policía Amazonas y el distintivo de la dirección de Tránsito y Transporte, galardones que evidencian su arduo trabajo.
El Mayor Díaz Castro fue honrado con la condecoración «Corazón Verde» en su primer año de servicio y ha sido distinguido en dos ocasiones con la Medalla «Coronel José Aristides Puentes Blanco». Estas distinciones son más que trofeos; son reconocimientos a una labor que va más allá de las expectativas, elevándolo al rango de Comendador en distintas alcaldías, incluyendo la de Bogotá.
Su servicio se ha caracterizado por un enfoque en la efectividad y la seguridad. Su habilidad para liderar ha sido fundamental para construir un ambiente de confianza en la Policía. No es raro que fuera nombrado “Personaje del Mes” en varias ocasiones, un testimonio del respeto que ha cultivado en su comunidad.
No obstante, su camino no ha estado exento de desafíos. En 2019, durante un cierre de la vía panamericana por parte de poblaciones indígenas, el Mayor Díaz Castro fue parte fundamental de una operación para asegurar el abastecimiento en el sur de Colombia. Conocedor del territorio, su equipo de diez policías de tránsito, apoyados por el ejército, el ESMAD y otras fuerzas de seguridad, garantizó la movilización diaria de unos 1.200 vehículos en caravanas.
Durante una de estas misiones, en una zona del Cauca, su caravana fue atacada por guerrilleros. A pesar de la emboscada, el grupo, entrenado y liderado por un coronel de gran temple, se mantuvo firme. Tras un enfrentamiento que duró media hora, lograron asegurar la zona y extinguir el fuego en un camión atacado por los subversivos. La valentía y el trabajo en equipo permitieron que todos salieran ilesos.
Dos días después, mientras escoltaban otra caravana hacia Popayán, fueron nuevamente atacados. “Sentimos una ráfaga de plomo, pero todos logramos repeler el ataque”, recuerda el Mayor. En medio del enfrentamiento, el coronel cayó en una alcantarilla, aferrado a su fusil. A pesar de la adversidad, lograron evacuar la caravana tras un intenso ataque que duró 45 minutos. La situación era tensa, ya que los guerrilleros utilizaban a niños como escudos, convirtiendo cualquier error en una tragedia.
La pérdida de su madre hace siete años dejó una herida profunda, dejando a su padre solo tras cuatro décadas de vida compartida. Sin embargo, la fe en la Virgen del Carmen ha sido su luz en la oscuridad. Su esposa María José y su hija Manuela de 13 años son su refugio, y su agradecimiento por la paciencia de su familia es palpable. “Lo que me distingue es mi disciplina; la disciplina vence la inteligencia”, asegura. Para él, su trabajo en la Policía no es solo dar órdenes, sino liderar con el ejemplo y guiar con conocimiento.
Desde su llegada al Departamento de Policía Bolívar procedente del Eje Cafetero hace cerca de dos años, ha trabajado incansablemente para mejorar la seguridad en once municipios bajo su cargo, ganándose la confianza de la comunidad. “La Policía requiere sacrificio; esto es vocación. Nos perdemos de muchas cosas, como ir a ver un partido del América de Cali”, dice, reflejando la responsabilidad que conlleva su labor.
Pero no todo es deber en la vida del Mayor Mauricio. Su amor por los animales lo lleva a compartir su hogar con tres gatos y un perro. Además, su pasión por la ganadería y el fútbol son parte esencial de su identidad. Cada rincón de su vida, desde su niñez en aquel corregimiento de Dagua hasta su papel como líder en la Policía, es un testimonio de un hombre que ha elegido el camino del sacrificio y el servicio a los demás.
Mauricio Díaz Castro es un ejemplo viviente de que, a pesar de las adversidades, la vocación y la disciplina pueden abrir puertas hacia un futuro lleno de esperanza y propósito. Su historia es una contundente lección de vida que demuestra que el verdadero valor radica en el compromiso con uno mismo y con los demás. Cada esfuerzo, por pequeño que parezca, adquiere un significado profundo cuando se hace con el corazón. Es un símbolo de que la perseverancia y la pasión son las fuerzas que transforman los sueños en realidades, y al final, cada sacrificio se convierte en una inversión en el futuro.