Cabo Madison Lozano: familia y fe luego de la tragedia
Nació y creció en una pequeña comunidad rural y desde joven trabajaba incansablemente para ayudar a su familia a salir adelante. A pesar de las dificultades, Madison Lozano siempre mantuvo una actitud positiva y perseverante, lleno de ilusiones y muchos anhelos de tener un mejor futuro.
Antes del accidente, el cabo Lozano disfrutaba de actividades con su familia y realizaba su servicio como solía hacerlo a diario junto a los soldados que tenía al mando. La música era uno de sus grandes amores y el fútbol ocupaba su tiempo libre.
El día que lo cambió todo
El 21 de octubre del año 2020, en cumplimiento de la misión, patrullaba en área general del Urabá, departamento de Antioquia, de la que dice es «Una región muy bonita y con mucho potencial de desarrollo, pero que infortunadamente, ha sido muy golpeada por los grupos armados al margen de la ley », cuando de repente el cabo Lozano pisó una mina antipersonal. La explosión lo dejó gravemente herido y tuvo que ser trasladado al hospital Militar en Medellín para recibir atención médica urgente.
Después de varias cirugías y meses de rehabilitación, infortunadamente perdió la pierna izquierda y sufrió lesiones graves en sus manos.
A partir de ese día, la vida de este guerrero cambió drásticamente. Ya no podía realizar muchas de las actividades que antes disfrutaba en su diario vivir.
La lucha por la recuperación
Después del accidente, el cabo Lozano enfrentó muchos desafíos físicos y emocionales. Sin embargo, su fortaleza y templanza no permitió que su discapacidad fuera un obstáculo, por lo que decidió luchar por su recuperación. Con el apoyo de su familia y amigos, comenzó a aprender a usar su prótesis y adaptarse a su nueva realidad.
Además de su rehabilitación física, junto a su familia, tuvo que hacer frente a los fuertes tratamientos médicos, físicos y psicológicos relacionados con su tratamiento para superar el trauma emocional causado por el accidente; sin embargo, reconoce que esta tragedia para él y su familia ha significado un cambio de vida significativo, pero a la vez positivo. Con llanto en los ojos reconoce que «la familia ha sido vital, indistintamente de los problemas del día a día»; desde luego, a través de las terapias, aprendió a aceptar su discapacidad y encontrar nuevas formas de disfrutar de la vida.
Dentro del proceso de recuperación, ha sido más fácil capacitarse. El Ejército Nacional le ha permitido estudiar como parte de esa retribución por su servicio que dio con honor y valentía, propios de un militar ejemplar. Ahora es técnico en Sistemas, técnico en Seguridad y Ciberdefensa; se capacitó en el Sena en Recurso y Talento Humano, también llevó a cabo su sexto semestre de Ingeniería Informática, y hasta realizó un curso de panadería.
El camino hacia la esperanza y cumplimiento de sus proyectos¨
A pesar de los grandes desafíos que ha enfrentado y superado, el cabo primero Madison Lozano, víctima de las minas, enemigos silenciosos como se les denomina en la guerra, ha encontrado esperanza y propósito en su vida: ha descubierto una pasión por la radio. Está adelantando una tecnología en Locución y Producción Radial en la Escuela de Misiones Internacionales del Ejército, en busca de ser útil desde otro campo a la institución; en una emisora de la Fuerza, como aporte al desarrollo de las regiones. También lo ve como una oportunidad para disfrutar de su familia.
A través de su ejemplo de perseverancia y determinación, ha demostrado que incluso en los momentos más difíciles siempre hay esperanza. Su historia es un recordatorio de la fuerza del soldado colombiano, de nuestro cuerpo de suboficiales y la capacidad de superar cualquier obstáculo.
Asegura el cabo Lozano que en su mente y su corazón no existe rencor hacia sus victimarios; no hay cabida para la venganza, puesto que, al final, todos tienen la verdad desde el punto que lo vean. Da gracias a Dios, que fue él y no uno de sus soldados, y recuerda a uno de ellos, a Fonseca. Decía: «Mis ojos, me duele la cara», y a Torres: «No escucho nada, mi oído». Ahí, al momento de relatar su experiencia, se le llenan los ojos de lágrimas.
Finalmente, la historia de este suboficial, víctima de las minas antipersonal, es un testimonio del impacto devastador de la violencia que lleva más de cincuenta años en Colombia y que afecta a militares, policías, infantes de marina y ciudadanos de bien, personas inocentes. Sin embargo, también es una historia de coraje, esperanza y resiliencia. A través de su lucha y su trabajo para resarcir hechos que quedan en su memoria; el cabo primero Madison Lozano ha demostrado que en las circunstancias más difíciles siempre hay una segunda oportunidad.