El abrazo entre padre e hija en el Caquetá que debió esperar 41 años

La última vez que María Lucrecia vio a su padre, Deucardo Rodríguez, tenía 16 años y estaba en séptimo grado del colegio. Él huyó del conflicto armado tras amenazas que recibió por un actor armado. Luego de cuatro décadas, y gracias al trabajo humanitario y extrajudicial de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD), se volvieron a ver, hablar y abrazar. Crónica de un esperado encuentro.

Ser hija, crecer, estudiar, trabajar, ser madre… En cuarenta años cabe una vida entera. Para María Lucrecia y su familia, esa vida también estuvo marcada por la búsqueda incansable de su padre, Deucardo Rodríguez. Una historia suspendida que volvió a empezar el día que Deucardo regresó a Florencia, en el Caquetá, y le dio a cada hija, hijo, hermana y sobrina el abrazo que les había guardado por más de cuatro décadas.

Lucrecia tenía 16 años la última vez que vio a su padre. Cursaba séptimo grado. Desde entonces, su vida se convirtió en una búsqueda solitaria, sostenida por la convicción de que algún día lo encontraría. «Para mí, haber sido buscadora de mi padre es una alegría. Me propuse encontrarlo y devolverlo a mi familia. Es un propósito cumplido».

Esa búsqueda solitaria no fue fácil. Por años, Lucrecia siguió los rumores sobre su paradero. Le decían que había ingresado a un grupo armado no estatal. Y ella, siendo maestra rural, no dudaba en acercarse a comunidades, radios locales y hasta actores armados para intentar obtener alguna pista.

En medio de la incertidumbre, una amiga le habló de FAVIDESC —la Asociación de Familiares y Víctimas de Desaparición Forzada en el Caquetá—. Allí encontró por primera vez un acompañamiento para su búsqueda.

Laura Romero, representante legal de esta organización, contó que gracias a un convenio con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) se documentaron 52 casos, entre ellos, el de María Lucrecia. «Cuando la Unidad nos informó que había encontrado a una persona con vida, iniciamos el acompañamiento psicosocial necesario para preparar a la familia para ese reencuentro».

La solicitud de búsqueda de Deucardo ingresó en 2023 al Plan Regional de Búsqueda de Caquetá Centro. El equipo investigador de la UBPD inició la revisión documental y halló una inconsistencia clave: el número de cédula que Lucrecia había usado durante años para buscar a su padre no correspondía con el verdadero.

Gracias a su mandato exclusivo de búsqueda, la entidad logró rastrear múltiples fuentes y bases de datos estatales que permitieron verificar su identidad y dieron con otro dato revelador: Deucardo Rodríguez estaba recientemente afiliado al sistema de salud en Girardot, en Cundinamarca. Era un indicio claro de que posiblemente seguía con vida. Esto, además, activó un proceso de articulación interterritorial entre los equipos de la Unidad de Búsqueda en Caquetá y Cundinamarca para ubicarlo y establecer un diálogo cercano, seguro y digno.

«El restablecimiento de contacto que hemos logrado muestra no solo la importancia del trabajo con organizaciones sociales, sino también la necesidad de una búsqueda interterritorial. Las familias deben saber que la Unidad de Búsqueda acompaña sus procesos sin importar dónde ocurrió la desaparición ni dónde se encuentran actualmente«, señaló Jorge Armando Sánchez, investigador de la UBPD en el Caquetá.

«Nada es fácil en la vida. Yo entiendo la situación por la que él pasó, porque yo sé cuál fue el problema», dijo Lucrecia al recordar la desaparición de su padre.

Era 1984. Un año y una época que estuvo marcada por el escalamiento del conflicto armado y por dinámicas que minaban poco a poco la confianza entre las familias y comunidades caqueteñas. Tal fue el caso de Deucardo y su familia. Particularmente, a su hermano lo asesinaron en el marco de dichas desconfianzas y señalamientos. “Mi papá dijo que eso no se iba a quedar en vano. Nunca más lo volvimos a ver”, recordó Lucrecia.

Cuando Deucardo fue en busca de su hermano, recibió amenazas de un actor armado. Le decían que si no se iba del territorio, lo asesinarían. Por temor de que algo pudiera pasarle a él o al resto de sus hijas, hijo y hermanas, huyó. Pasó años sobreviviendo con trabajos informales, mudándose constantemente. Era un tiempo sin celulares ni internet, donde una distancia de cientos de kilómetros podía significar un silencio de décadas.

Cuarenta años después, Deucardo recibió una llamada de la Unidad de Búsqueda en Caquetá y luego la visita presencial del equipo de Cundinamarca. Lucrecia, sin saberlo, estaba a punto de finalizar su búsqueda. Lo último que imaginó Lucrecia era que un investigador de la Unidad de Búsqueda también la visitaría para decirle que su padre había sido encontrado con vida.

Hasta el último momento, Lucrecia dudó. «Me levanté muy preocupada. Publiqué un mensaje en el grupo familiar que yo misma armé para estar pendientes. Y a mis hijos les dije: ‘Si en algún momento no les contesto, averigüen en esta dirección, con esta placa del carro’».

Sin embargo, ella no viajó sola. Sus dos hermanos también llegaron a Florencia donde se había planificado el restablecimiento del contacto con su padre.

Al llegar, Lucrecia se acercó lentamente. Era un día de lluvia intensa. Deucardo se puso de pie y esperó a que ella caminara un poco más. Entre llanto y sonrisa, ella soltó sus muletas y extendió los brazos para abrazar al padre que había visto por última vez a los 16 años. María Mercedes y Jesús, sus otros dos hijos, conmovidos, lo abrazaron después.

María Mercedes, su hija menor, reconoce que al principio no quería verlo: «Estaba muy desilusionada. Sentía que habían pasado tantos años sin tenerlo, que ya lo hacía muerto. Pero Lucrecia insistió e insistió. Y también me aconsejaron que viniera a verlo, que viniera a conocerlo. Ahora estoy muy agradecida de estar acá. Quisiera que viviera conmigo, para recibir ese calorcito que sentí hoy al abrazarlo».

A su reencuentro, llegaron después la hermana y la sobrina de Deucardo. Entre todos lloraron, luego recordaron, rieron y, por un momento, pareció que no hubiera pasado un solo día de tiempo ni distancia. «Me siento muy feliz. De corazón, estoy muy agradecido por lo que viví hoy, por cómo trataron a mis hijos. Le agradezco mucho a quienes hicieron posible este encuentro, especialmente por lo que hicieron conmigo. Ya son más de 40 años sin saber de ellos… Y ahora volver a ver a mi familia, a mis hermanas, sentirme rodeado de todos, eso no tiene precio. Estoy profundamente agradecido», contó Deucardo, rodeado de toda su familia.

El reencuentro fue acompañado por el equipo psicosocial de FAVIDESC y por profesionales de la Unidad de Búsqueda, que cuidaron cada etapa del proceso. No se trataba solo de verificar una identidad, sino de hacer posible el encuentro desde el cuidado, el respeto y la dignidad.

Hoy, Lucrecia, María Mercedes, Jesús y toda su familia inician una nueva etapa. Una donde el silencio cede espacio a las palabras y la ausencia se transforma en presencia.