Más allá del deber: la Policía Comunitaria lleva esperanza a San Jacinto

San Jacinto, Bolívar, un municipio donde el tiempo parece danzar al ritmo de gaitas y tambores, pero donde también las sombras de la vulnerabilidad acechan en sus barrios más humildes. Familias que luchan día a día para llevar un plato de comida a la mesa, niños que sueñan con un futuro mejor a pesar de las dificultades.

Fue allí, donde el patrullero Alfonso Leal y un grupo de policías decidieron pintar el gris con los colores de la alegría. Lo llamaron, con toda la intención del mundo, «Operativo Felicidad». La caravana irrumpió en Villa Alegría y La Bendición de Dios como un torbellino de esperanza. Globos, tortas, dulces… un arsenal de sonrisas a punto de estallar.

Pero el verdadero tesoro no se encontraba en los globos ni en los dulces, sino en la profunda intención que los impulsaba: celebrar la vida de niños que, en muchos casos, jamás habían experimentado la alegría de soplar una vela rodeados de amigos. Para ellos, una simple torta no era solo un postre, sino un símbolo de cariño, de celebración, de pertenencia. Sus pequeños rostros, marcados por las dificultades, se iluminaron con una mezcla de asombro y esperanza al ver ese dulce manjar. Era un pedacito de felicidad, un instante mágico que atesorarían en sus corazones.

Y entonces, la magia inundó el ambiente: algunos, con sus ojitos brillantes, no pudieron contener las lágrimas ante la abrumadora sorpresa. Lágrimas sinceras que brotaban del corazón, expresando una gratitud inmensa, la emoción de sentirse por fin vistos y valorados en su comunidad.

Otros, simplemente, se abandonaron a la risa, una risa que resonaba como un himno a la esperanza. Juegos, canciones, abrazos… cada gesto era un bálsamo para el alma, un respiro ante las dificultades cotidianas.

Los comerciantes locales, cómplices de esta hermosa locura, aportaron refrigerios y detalles que hicieron aún más especial el momento. El «Operativo Felicidad» fue mucho más que una acción policial.

Fue un día que trascendió lo ordinario, un instante mágico que quedó grabado en la memoria de los niños y niñas de San Jacinto. Las imponentes montañas que abrazan el municipio fueron testigos silenciosos de este acto de amor y esperanza, uniendo sus cumbres a las sonrisas y los sueños de los pequeños.

«Más allá del deber, la Policía Nacional de Colombia se enorgullece de ser un faro de esperanza para los niños, niñas y adolescentes, demostrando que juntos podemos construir un país más justo y solidario». Dijo, el teniente coronel, John Edward Correal Cabezas, comandante Departamento Policía Bolívar encargado.

Por: Emilio Gutiérrez Yance