
El instante en que el cielo nos regaló un rubí
Por: Jaiver Rojas - Fotógrafo de naturaleza
“Dicen que en el llano los amaneceres guardan secretos que solo unos pocos logran descifrar, aquella mañana, entre el murmullo del viento y el resplandor dorado del horizonte, un destello encendió el cielo, era un brillo intenso, imposible de confundir, como si una piedra preciosa hubiera decidido alzar vuelo sobre Yopal, no era un espejismo ni un reflejo pasajero: era la aparición de una joya viviente, un ser diminuto y majestuoso que convirtió a la sabana en escenario de un espectáculo único en el mundo.”
Dicen que quien aprende a avistar aves nunca vuelve a mirar el cielo de la misma manera, y es cierto. basta una chispa de color, un destello en medio del aire, para que la vida se detenga y nos obligue a contemplar lo invisible.
En Yopal, capital mundial del llanero, el amanecer parecía uno más: el murmullo del viento recorriendo la sabana y la montaña el sol elevándose con fuerza y los cantos dispersos de las aves saludando el día, sin embargo, entre esa rutina de sonidos y luces, un brillo inesperado atravesó el paisaje, no era una ilusión, no era un reflejo: era la presencia de una de las joyas más fascinantes de Latinoamérica e Hispanoamérica.
Su nombre resuena con fuerza, casi con solemnidad: el Colibrí Rubí (Chrysolampis mosquitus), una especie que parece forjada en fuego y cristal, con un plumaje rojo encendido y reflejos dorados que, al contacto con la luz, convierten al ave en un verdadero tesoro viviente.
Observarlo no es solo un privilegio, es un encuentro con lo extraordinario, el Colibrí Rubí no se deja ver con facilidad: exige paciencia, silencio y un poco de fe, cuando aparece, no solo ilumina el aire con su color, también nos recuerda que en los rincones del Casanare aún sobreviven maravillas capaces de inspirar asombro y respeto.
Como fotógrafo de naturaleza, busco que ese instante no se quede solo en mi memoria, cada imagen de este colibrí es un mensaje de conservación: nos dice que la belleza no está garantizada, que depende de nuestro cuidado, de nuestras decisiones frente al territorio.
Avistar aves es, en esencia, contar historias de vida, y la del Colibrí Rubí en Yopal es una de las más poderosas: la historia de cómo un pequeño ser alado logra transformar la mirada de quien lo observa y recordarnos que la sabana llanera, con toda su inmensidad, también guarda secretos diminutos capaces de brillar como piedras preciosas en el cielo.