Comandos Junglas: 36 años de valor, esperanza y amor por Colombia

Por: Emilio Gutiérrez Yance

Hace treinta y seis años, cuando Colombia parecía caminar con la mirada baja y el corazón lleno de miedo, un grupo de hombres y mujeres decidió dar un paso hacia adelante. No lo hicieron por gloria, ni por aplausos, ni para que sus nombres quedaran escritos en mármol. Lo hicieron por algo más profundo: el amor a su tierra.

Así nacieron los Comandos Junglas, una unidad que aprendió primero a escuchar el lenguaje de la selva, antes que el del combate. Una unidad que entendió que la patria no es una palabra grande y distante, sino los rostros de quienes esperan en casa, los niños que juegan en las calles, los abuelos sentados en los patios, el olor del café recién colado al amanecer.

En los años 90, cuando la violencia parecía un invierno sin fin, los Junglas se convirtieron en brasas encendidas. Fueron formados para lo extremo: caminar días enteros bajo la lluvia, cruzar ríos donde el agua pelea con la vida, y avanzar sin más guía que una brújula y la fe. Pero el verdadero entrenamiento no estuvo en sus músculos, sino en su espíritu.

Porque allá, en lo profundo de la selva, el enemigo no siempre tiene rostro. A veces es el silencio. A veces es el miedo. A veces es la nostalgia.
Y aun así, siguieron adelante.

Cada Jungla lleva en el corazón la fuerza de una familia que espera. Una madre que reza. Un hijo que pregunta por qué papá no está en su cumpleaños. Una esposa o esposo que aprende a ser fuerte. Ellos también son parte de la unidad; son los silenciosos que sostienen al héroe.

A lo largo de estas tres décadas, los Junglas han cambiado historias, han devuelto sonrisas, han frenado el avance de quienes buscaban sembrar muerte. Participaron en operaciones que el país entero recuerda con orgullo, como la Operación Jaque, donde la libertad se convirtió en bandera y esperanza.

Pero como todo lo sagrado en la vida, este camino también tiene un costo.
Hay nombres que ya no responden al llamado.
Hay botas que no volverán a pisar tierra.
Hay sonrisas guardadas en fotografías.

Ellos no fueron soldados caídos.
Fueron semillas.
Semillas plantadas en la tierra que amaron.
Semillas que florecen cada vez que un nuevo Jungla jura servir sin volver la vista atrás.

Hoy, cuando la unidad cumple 36 años, no se celebra una fecha. Se honra un legado.
Los veteranos caminan con la serenidad de quien ha visto el dolor, pero eligió la esperanza.
Los jóvenes miran con la ilusión de quien sabe que, aunque el camino sea duro, vale la pena.

Porque ser Jungla no es solo entrenar.
Ni cargar un arma.
Ni avanzar en la espesura.

Ser Jungla es entender que Colombia vive en uno.
En la piel, en la voz, en el pensamiento, en la oración.

Treinta y seis años después, los Comandos Junglas siguen siendo más que una unidad élite.
Son un ejemplo de servicio silencioso.
De amor sin condiciones.
De entrega sin retorno.

Y mientras ellos sigan caminando la selva, la esperanza seguirá caminando con ellos.