Septiembre nos recuerda que el amor verdadero existe: Una historia de amor eterno

Por: Jaiver Rojas - Fotógrafo de Naturaleza

Originaria de los bosques tropicales y zonas abiertas de Colombia, Venezuela y Panamá, esta diminuta ave verde de apenas 12 centímetros de longitud lleva en su nombre un detalle distintivo: un fino anillo blanco alrededor de los ojos que parece un par de lentes, como si llevara anteojos, su tamaño, sin embargo, contrasta con la grandeza de su corazón.

Las Cotorritas de Anteojos son monógamas, una vez encuentran a su pareja, permanecen juntas para toda la vida, comparten el alimento, se acicalan mutuamente las plumas y duermen una al lado de la otra, como si no pudieran concebir la existencia en soledad.

Los ornitólogos han documentado que, cuando una de ellas muere, la otra puede sufrir un profundo decaimiento que incluso la lleva a dejar de alimentarse, falleciendo poco después, una expresión radical de lo que podríamos llamar amor eterno en el mundo animal.

En un tiempo en que las relaciones humanas suelen ser frágiles y pasajeras, la historia de estas aves nos invita a reflexionar sobre la lealtad y el valor de la compañía, la Cotorrita de Anteojos nos enseña que el amor no se mide en grandeza, sino en constancia: en estar, en cuidar y en volar siempre al lado del otro.

Entre el mito y la ciencia

En algunas comunidades rurales, estas aves han sido símbolo de buena suerte en el amor “Si ves dos cotorritas juntas, nunca te faltará compañía”, dicen voces populares en los Llanos Orientales, la ciencia, por su parte, confirma que su comportamiento obedece a un instinto de supervivencia: al permanecer unidas, aumentan sus posibilidades de defenderse y de criar a sus polluelos con éxito.

En este mes de amor y amistad, la naturaleza nos regala un recordatorio sencillo pero poderoso: la vida se disfruta más cuando se comparte y pocas historias ilustran mejor esta verdad que la de la Cotorrita de Anteojos, ese pequeño corazón verde que late en pareja, recordándonos que el verdadero amor, como el vuelo, siempre se hace de a dos.